23 ago 2017

En canoa por el río Deva
Agosto / 2017

¿Qué tal vuestra semana con tantas fiestas y tantos planes? Seguro que genial. Todavía nos queda, el domingo 20 de agosto, la Gala Floral de Torrelavega, fin de fiesta a lo grande. 




Este verano hemos descubierto muchos lugares, hemos saboreado nuestra gastronomía y hemos disfrutado en muchas fiestas pero estoy pensando que no hemos experimentado lo divertido que es descender un río en canoa. Y tengo muy claro en que río nos vamos a divertir. Leí una vez que el río Deva se llama así porque como Liébana es el paraíso, este era el río donde Eva se bañaba. Y yo me lo creo.
El río Deva forma parte de mi infancia, ya que mi madre nació en Molleda y y yo he pasado muchos veranos de niña en casa de mis abuelos,
‘Buelito’ y ‘buelita’, Ángeles y Antonio eran los mejores, mi abuelo era pescador, muy inteligente e ilustrado, amante de los animales y amante de la libertad y mi abuela era una reina que olía la la colonia Joya, nos peinaba con el pelo bien estirado, no nos dejaba poner la ropa nueva entre semana, cuidaba igual de bien las flores que la coliflores y cocinaba ‘de estrella Michelín’.

Me acuerdo la emoción cuando pitaba el heladero al pasar por casa de los abuelos, esos helados sabían ‘taaaaaaaaaan ricos’, ahora que tenemos el congelador lleno de helados y los podemos comer cuando queramos, no es lo mismo.
Mis abuelos ademas de huerta, gallinas y limoneros, tenían un vivero de angulas porque en mi casa era muy habitual comerlas.
Mamá las preparaba con el aceite, el ajo en la cazuela de barro y con el tenedor de madera: todo un ritual.
¿No os pasa que siempre que pensáis en vuestros abuelos sonreis? Los abuelos tenían que ser eternos.

Molleda mola mucho. Las tabernas, la iglesia donde se casaron mis padres, el lavadero, las fuentes con un riquísimo agua, la Campa Larga donde nos bañábamos con aquellas míticas chanclas de río….. qué rollo hacerte mayor.
Pero volvamos a nuestra aventura en canoa. Como somos muy organizados antes de nada vamos a reservar nuestra experiencia desde Unquera en Val de San Vicente.
Lo primero que haremos al llegar a Unquera es desayunar, ¿os había dicho que yo nunca
desayuno en casa?, mi lugar favorito es ‘El Pindal’, el que esta en el centro del pueblo, al lado del puente, ¡desayunar café con corbatas de Unquera mientras ves a la gente pasar es de guapas!. Paula es más fan de las palmeras cubiertas de chocolate, dice que son las mejores del mundo. Por supuesto y como soy realmente débil, siempre compro corbatas y palmeras para llevar a casa.


El personal de la empresa de turismo activo donde hemos reservado nuestra experiencia se encarga de todo, nos llevan hasta Panes (de camino veo el colegio donde estudio mamá), y en Panes comienza la diversión.
Descender el río Deva es una experiencia de las que no se olvidan, lo normal es ser habilidoso y remar tu propia canoa pero, como yo pertenezco al grupo de las no habilidosas, mi canoa se volcó, di la vuelta y desde ese momento baje el río en una canoa con conductor, en plan paseando a ‘Miss Daisy’.
Me encanto la experiencia, verano, calor, río, arboles, gente bañándose… repetiré muy pronto.


La travesía acaba en Unquera, muy cerquita de la playa del Pedrero (los de allí dicen Pedreru), recuerdo cuando mi abuelo Antonio nos llevaba en el bote.
El Pedrero es la playa mas occidental de Cantabria, es muy frecuentada por pescadores ya que es un punto de paso para numerosas especies de peces y se pesca con facilidad.

Es una playa es perfecta para darnos un baño tras nuestro descenso en canoa.
Una vez que nos hayamos puesto guapos atravesamos a pie el puente que separa Unquera y Bustio y justo en medio ponemos un pie en Cantabria y otro en Asturias, yo lo hago siempre. 
Bustio es un preciso pueblín para tomar el aperitivo o comer.
Si queremos comer en Unquera podemos elegir el bar Deva, al cual tengo especial cariño porque mis padres celebraron aquí su banquete de boda o Los Toneles, donde es muy divertido comer un riquísimo cachopo con sidra escanciada (si reserváis pedid que os den la mesa del tonel). El café lo tomaremos en Colombres este precioso lugar esta a solo 2,2 kilómetros y el recorrido es muy chulo.
Os recomiendo tomar el café en Colombres, pueblo indiano por excelencia situado en Asturias y que os va a encantar. Después del café os recomiendo disfrutéis del precioso archivo de indianos
A la vuelta en Unquera tomamos la desviación hacia la Playa de Pechón o Amió, donde disfrutaremos de un precioso atardecer tras un día tan intenso.
Por la carretera general llegamos a San Vicente de la Barquera y antes de entrar al puente tenemos que pensar un deseo y para que se cumpla solo debemos de atravesarlo sin respirar. ¡Qué gracioso Fran, cuando los chicos eran pequeños, y a mitad del puente disminuía la velocidad y los pobres se ponían rojos mientras aguantaban la respiración!.
Otro día recorreremos San Vicente de la Barquera, mas bonita que ninguna de las villas
marineras, porque hoy estamos muy cansados, felices, pero cansados.

Disfruta de las pequeñas y grandes cosas.


Rosa García Borbolla



Un angulero flaco y solo

David Fernández Fernández
 
Un pescador del último puerto asturiano, Bustio, termina la jornada y recorre el camino de regreso con los aparejos.

Los viajeros salen de Llanes y entran en el primer pueblo cántabro, Unquera, visitan Tudanca y perdidos por el valle del Nansa vuelven por error a Asturias.
 
En Llanes cae despacio la lluvia, suave, casi sin tropezar con nada; y ese espolvoreo del agua nos hace un poco más estatuas. La lluvia de este lado de Asturias se reparte en oficios: atajar el calor, perfumar la mañana, disfrazarse de otoño. A veces da la sensación de que en el norte, algunos días de julio, llueve porque hay que llover, no por nada más. Debemos seguir adelante, airearnos, ver mundo. No conviene demorarnos, así que Aymá señala con el intermitente izquierdo del cacharro alquilado y de Llanes salimos a una carretera nacional en busca de Unquera, que es Cantabria. El camino se hace por la línea de costa. En algunos puntos detenemos el coche en el arcén y saltamos zarzales para ver cómo el tren de vía estrecha va casi por la orilla del Cantábrico. La escena destaca por su falta de severidad, porque el paisaje ahora es verde flúor y chato, porque un convoy pequeño junto al mar le da a la mañana rasgo de miniatura, condición de juguete.
En Unquera, la ría lo manda todo. El agua entra con pereza, sin más ambición que cumplir con lo que de ella se espera. Aquí toda gloria la sostienen la ría y las corbatas, un dulce de hojaldre. Unquera es el chek point hacia Cantabria al salir de Asturias. Esta tierra cántabra es verde y civilizada. Cela afirma que es un mundo propio y yo le creo. Incluso cada vez más propio, conforme a su naturaleza. Dando vueltas a esta idea decidimos romper el mapa y girar el volante en dirección a Tudanca, por ver la Casona de José María de Cossío y probar los loops del Valle del Nansa, un territorio a desmano, de potencia hipnótica. Cae sobre la atmósfera toda la crueldad del sol y a mitad de camino nos echamos un poco de agua en el pescuezo con una botella. Los celtas asumieron el valle como un lugar sagrado. Aymá parece sostenido por la vertical de su asombro. Por aquí no pasó Cela camino del Bidasoa, sino mucho después, cuando se acercó a Tudanca para entregarle a Cossío el manuscrito de La familia de Pascual Duarte, que luego le cambió por otra copia manuscrita quitándole el privilegio del original.
Tudanca es un surtidor de silencio que huele a lugar abierto, a ruta sagrada. Lorca, Alberti o Unamuno fueron invitados a la Casona, donde Cossío armó una biblioteca de 25.000 volúmenes y una colección de manuscritos de primerísima calidad. Cossío es el tío que impulsó la enciclopedia de los toros. Tenía aire de arqueólogo inglés cruzado con un practicante rural. Este Valle del Nansa podría ser un fin del mundo con cinco estrellas. El vigor que desprenden las montañas, los praos, los pueblos diminutos y casi perfectos (sin saber muy bien qué quiere decir aquí perfecto) es una de las propiedades del paraíso. Aquí no existen los héroes de mármol, sino los paisanucos conscientes de que a los hombres de montaña la felicidad siempre se les va para abajo.
Seriamente entusiasmados, debemos regresar al camino. El horizonte está empastado de azul. Pasamos el túnel de Caviedes y el río Escudo. El almuerzo es en San Vicente de la Barquera, donde la marea bajó tanto que el mar hay que buscarlo a excavadora. Con ánimo de ser felices a toda costa hemos pedido sardinas. Cantabria es una tierra curiosa y rica donde el tiempo vale dinero. En el castillo de San Vicente, que suda raros presagios, fueron presos los reyes de Navarra y los aficionados al resabor de las leyendas hablan de que en esta costa se vio un tiburón colorado. Por matar el tiempo, algo sonados de tantos kilómetros (y quizá también por matar la inercia) nos enrutamos hacia Pechón y el Mirador de Tinamenor. Aymá decide hablar, en corto: "Esto podría ser Escocia". Y podría serlo, pero de un chiringuito de playa llega el zumbido del Despacito, así que esto seguirá siendo España con todos sus redaños.
Y siguiendo el mar, aunque marcha atrás, el camino nos lleva por error (nuestro) a Bustio, que es el último puerto de Asturias. Por allí, perdidos en una carretera ruinosa sin más turgencia que los baches, vemos venir a Joaquín, un angulero flaco, con el cedazo de pillar angulas colgado al hombro. Es el hombre de la foto. Conserva una cara de otro siglo, y no necesariamente el pasado. Camina con la gloriosa majestad de los seres solos. Flacos y solos.

- ¿Dónde estamos?
- En Bustio. El final de Asturias, el último puerto.
- ¿Viene de faena?
- No, de buscar aparejos. Pero no para la angula. Eso es más adelante, entre diciembre y marzo. Para que la angula asome necesita días feos. Los de luna oscura, los de viento, los más revueltos. Y con pleamares de 14 o 15 pies. Siempre de madrugada para joderte mejor los huesos.
- ¿Y aún salen?
- Muy poco. Unos días pasas la noche entera para 20 gramos y otros sacas 400.En esto nunca se sabe. Cuando las tienes en el cubo las matamos con sal. Antes se hacía con tabaco, desgranando un cigarrillo en el agua.
- ¿Qué pesca ahora?
- Nada. Porque la temporada es para el alga. Ahora salen los barcos a por algas para las cosas de las farmacias. Las cogen los buzos a mano. Pasan seis u ocho horas bajo el agua vendimiando, a unos 10 metros de profundidad. Es muy duro, amigo. Si vais al puerto estarán llegando los barcos.

El atardecer empieza a imponer su luz. Joaquín camina con el cedazo seco apoyado en el hombro. Anda como si no fuese a volver. A la lonja de Bustio, un puerto como de bolsillo donde atracan 10 barcos de pesca entre los ocho y los 18 metros, llega el Adrián III. Trae la bodega cargada de gelidium, un género de alga roja que cuenta con 124 especies. Habrá más de 2.000 kilos repartidos en fardos. El muelle se anima con patrones, buzos, marineros, transportistas, intermediarios. Hay algo de fiesta a esta hora en que se regresa a tierra. Huele a mar suave y algo alegre.
"Los ecologistas nos están poniendo siempre problemas", dice el dueño de este alijo de algas, que cuenta con una flotilla de tres barcos contratados para la campaña. Así pasa tres meses. "Mientras la pesca está parada para que se recuperen los caladeros el alga ayuda a seguir trabajando. Nosotros las vendemos a empresas farmacéuticas, laboratorios, esas cosas. Hacen con ellas cosméticos, porque estas no se comen".
El puerto se va apagando. Los buzos salen del precinto de los trajes de neopreno, fuman, beben cocacola en lata, hacen llamadas de alivio a las familias. Cada día de mar te sujeta más a la vida y al tiempo, porque sumergido es más fácil morir de un mal golpe de aire.

- ¿Abajo qué sucede?
- Que la cabeza se te llena de muchas cosas. O que se vacía por completo. Depende. Te acostumbras, pero siempre bajas con algo que pensar y subes con algo distinto a lo pensado.

El más joven de los buzos tiene 23 años. Es de Lugo. Lleva pocas semanas en el Adrián III. Una novia más zagala aún le rinde honores en el muelle. Aymá guarda las máquinas en la bolsa, también con su buena pesca en blanco y negro. Hay que llegar a Santander antes de que anochezca. Buscar esa tasca buena que se llama Las Hijas de Florencio. Pedir unas anchoas. Pasear por las abiertas y bullidoras calles de la ciudad, que a ciertas horas despliega un exceso de esperanza. Sobre todo en verano. Sobre todo cerca del mar. Sobre todo en la Plaza del Cañadío. Vámonos. Vámonos.

 


Fallece en México el empresario de origen cántabro Toño Sánchez

Diciembre / 2016




Jose Antonio Sánchez Sordo


   De manera imprevista y después de no poder superar una peritonitis ha fallecido en México el empresario de origen cántabro José Antonio Sánchez Sordo, conocido como 'Toño el mexicano' en Santander, donde residía seis meses al año. Ha fallecido a los 77 años y deja en la ciudad numerosos amigos y a su compañera sentimental, Eva López Tafall. Toño era, lo recordaban ayer sus amigos y su prima santanderina, «una gran persona, introvertido, pero de gran corazón, siempre pensando en hacer el bien a los demás». Deja para el recuerdo entre otras obras de beneficio a la comunidad el regalo de su casa en Unquera, que cedió al Ayuntamiento para que en ella ubicara la Casa de Cultura.
Sánchez Sordo nació en México, de padres cántabros emigrados al país azteca. Primero marchó su padre Antonio Sánchez, en la década de los años treinta del siglo XX, y después se llevó a su esposa, Dolores Sordo. Lo dos naturales de la localidad cántabra de Molleda, donde se casaron. En la capital azteca nació José Antonio. Comenzó a trabajar desde muy joven en los negocios del padre. Primero, en la tienda de abarrotes y, después, en la panadería. Toño demostró desde muy joven su espíritu emprendedor y fundó su primer comercio, Zapatos La Joya, que se convirtió con los años en una cadena del mismo nombre, referencia en México. Se casó allí con una indiana de origen gallego, Yolanda Villamayor, en 1963. Con ella tuvo tes hijos: Yolanda, María del Carmen y José Antonio. Y desde ese año no dejo de venir a Cantabria, primero a Unquera y, ya viudo, a su duplex en la calle de San Francisco número 10 de Santander, en el edifico que fuera el hotel Rex y que, en parte, es de su propiedad. Porque, retirado de los negocios en México, después de sufrir un secuestro en 1994 en el que le dieron por muerto (lo que le dejó tocado física y anímicamente), decidió que su vida se repartiría entre Cantabria y México, seis meses en cada una de sus patrias. En Santander ha estado hasta hace mes y medio. Sus hijos, muy unidos también a Santander, son frecuentes visitantes de su tierra de origen, a la que su padre consiguió unirles.
En los últimos veinte años desarrolló importantes inversiones inmobiliarias en Santander: adquirió el hotel Rex, el local donde estuvo la tienda Mafor y el gran bajo donde se ubican dos grandes tiendas de confección, en la Alameda de Jesús de Monasterio, además de otras inversiones menores en otras calles y edificios. Fue gran aficionado a los caballos y posee una cuadra en su finca en México.



Sus inversiones en Santander fueron dirigidas hacia el mundo inmobiliario pero manteniendo los locales con actividad comercial, para que la vida de la ciudad no se resintiera. Sánchez Sordo, que durante décadas mantuvo una pujante actividad empresarial-comercial con su cadena de zapaterías, sabía muy bien que el comercio es el corazón de la ciudad. Su salud, resentida desde su secuestro, se complicó con el cáncer con el paso de los años, «pero logró superar la enfermedad y los contratiempos por la fortaleza de ánimo y física que siempre le acompañó», recordaron ayer sus allegados.
     4 de septiembre de 2016


Val de San Vicente cierra la finca en la que desembarcan las canoas del Deva



Las empresas de turismo activo mantienen su oposición al traslado a los terrenos del Llance fijados por el Consistorio para la salida



Hoy, domingo, unas 300 personas aproximadamente disfrutarán del descenso en canoas por el río Deva, cifra que en algunos días del mes de agosto ha llegado hasta el millar de usuarios de una actividad que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la comarca fronteriza entre Cantabria y Asturias, a la que se dedican seis empresas que genera más de medio centenar de puestos de trabajo en verano, especialmente entre los mas jóvenes.
La actividad de estas empresas se ha visto alterada desde el pasado día 1 de septiembre en la que el Ayuntamiento de Val de San Vicente ejecutó la anunciada regulación del tráfico en los terrenos de la Campalarga, situados entre Molleda y Unquera, zona en la que la mayor parte de las empresas realizan el desembarco de las canoas que hacen la salida desde la localidad asturiana de Panes. Con dicha medida el Consistorio pretende que todos los vecinos puedan disfrutar de Campalarga, algo incompatible con el tránsito de vehículos.
Tal y como les había anunciado el alcalde desde el jueves se instalaron en la entrada a dicho terreno unos bolardos con una cadena que impide el paso de los vehículos de las empresas de turismo activo para recoger a los clientes y a las canoas, prácticamente a pie de río.

El Ayuntamiento ofreció como alternativa otro terreno, situado en la zona del Llance, al otro lado de Unquera, una zona totalmente apta según alcalde al disponer de los accesos y aparcamiento necesarios, opinión que no comparten las empresas de turismo activo que consideran que dicho terreno, especialmente en las bajamares, obliga a los clientes a atravesar una zona de piedras con musgo, cristales e insalubre, a la que todavía llegan los vertidos de algunas edificaciones, por lo que está muy lejos de reunir las condiciones higiénico sanitarias que precisa una actividad de estas características, además de que obliga a los trabajadores de las empresas a acarrear las canoas por un largo trayecto.
Desde el pasado jueves que ha entrado en vigor esta medida, tan solo la empresa Devatur está utilizando los terrenos propuestos por el Ayuntamiento, al tener su sede relativamente cerca de dicho lugar. Las otras cinco empresas continúan utilizando para el desembarco Campalarga, sin introducir los vehículos, por lo que también se ven obligados a realizar un largo trayecto a pie con las canoas. Otras empresas utilizan otros lugares alternativos propios.
Ante esta situación la Asociación de Turismo Activo y Albergues de Cantabria presentó una alegación en el juzgado contencioso administrativo de Santander para que desde el Ayuntamiento se explique las razones que le han llevado a realizar de manera unilateral el cierre de Campalarga en el que han venido trabajando las empresas de turismo activo a lo largo de los diez últimos años sin ningún tipo de problema con los otros usuarios de la finca.

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