18 feb 2012

Y AL TERCER DIA...

Molleda, tres días bajo el agua

EL DIARIO MONTAÑES.- 08/02/2012

Ayer por ejemplo, en Camaleño, cuenca alta del río Deva, cayeron 57 litros por metro cuadrado, y en Tama se midieron otros 25 litros, que unidos a los más de ochenta acumulados en jornadas anteriores, dieron como resultado inundaciones en Potes o Cabezón de Liébana y las enormes torrenteras que caían desfiladero abajo y que obligaron a Fomento a limitar a un carril la carretera del Desfiladero a la altura de Estragüeña.
En Reinosa, donde cayeron ayer 34 litros, la crecida del Híjar provocó inundaciones, mientras que en el valle de Cabuérniga (23 litros por metro cuadrado en Los Tojos) el Saja seguía campando por prados y vegas, con mayor afectación en la zona de Cabezón de la Sal y Mazcuerras. Para hoy, el mal tiempo no da mucha tregua. Esta vez será el frío y la nieve los que toman el relevo a las lluvias: bajan de nuevo las temperaturas pero, sobre todo, desciende la cota de nieve, que se sitúa al borde del mar.
Una situación bien distinta a la de ayer, cuando las precipitaciones no dejaban de ser intensas, como sucedía en el curso bajo del Deva. Lo más crítico, a las cuatro de la madrugada. Para entonces, coincidiendo con la pleamar, el arroyo de Prío que desemboca en Molleda llevaba tiempo fuera de sí. Y como resultado, una lámina de agua cubría el barrio de abajo de Molleda que había alcanzado metro y medio en la casa de Purificación Fernández y un poco menos -«entre la rodilla y el ombligo», dice su propietario- en la de Óscar Vega. Además de esas dos, el agua procedente del arroyo indómito al que el Deva le frena su desagüe ocupó otras tres viviendas y una cuadra. Y volvió a poner en danza a un pueblo que solo por la tarde recobraba cierta actividad a medida que las aguas se retiraban poco a poco de sus casas.
Cansados y resignados
«Aquí nunca nadie ha hecho nada», dice Fonso 'el de Molleda', vecino de esta población de Val de San Vicente, apoyado contra uno de los cristales de la parada del autobús. «Ni escollera, ni Costas, ni Demarcación, ni Ayuntamiento, ni Dios. Aquí seguimos igual», se explica mientras señala con la mano un poco más arriba de la rodilla para explicar hasta dónde le entró el agua en casa. Otro convecino, asentía respecto a lo que entienden escasas actuaciones para solucionar el grave problema del pueblo: «Hace muchos años vinieron por aquí y nos dijeron 'ya lo estudiaremos'. Y así llevamos treinta años», cuenta Pedro, en referencia a unas promesas que se les hicieron tras unas importantes riadas que sucedieron allí en los años ochenta.
Fonso 'el de Molleda', Pedro, Purificación, Óscar son algunos de los afectados. También Miguel Cestau, un donostiarra con casa en el pueblo al que ayer le tocó desplazarse desde San Sebastián para vigilar la crecida de la que le avisaron sus vecinos. Al final el agua 'solo' alcanzó una altura de 25 centímetros. «¿Daños? Bueno, teniendo en cuenta que ya teníamos estropeados los muebles de cuando la riada de junio de 2010 y que no los cambiamos porque temíamos que volvería a suceder algo como esto... pocos. Es una pena y peor aún que el ayuntamiento no haga nada», cuenta sin dejar la manguera con la que trata de limpiar de barro y porquería acumulados por el agua en los accesos a su vivienda. «No vienen ni a barrer. Parece que no les interesa. Y alguna gente de aquí parece resignada, nadie protesta, como si ya les diera igual», sigue lamentándose Miguel, que en los dieciséis años que tiene casa allí ya ha conocido seis riadas.
Muchas más -«ni lo sé cuántas, poco menos que una por año», dice- ha visto y padecido Purificación Fernández. Esta vez, con metro y medio de agua en su cocina y salón y la única que, a las seis de la tarde, aún tenía agua en casa. Pese a todo, confiaba en poder dormir en su vivienda, mientras el resto de la familia tenía que encontrar cobijo en casa de la abuela o de una hija que tiene en Colombres. Purificación alabó ayer la labor del teniente alcalde del municipio, «que se preocupó por todo esto, ha estado por aquí y trata de buscar soluciones», mientras otras vecinas, por el contrario, lamentaban la ausencia del alcalde, senador en Madrid. «Al otro no lo busques. Está en el Senado», criticaban.
Y mientras Purificación y su familia no podían hacer otra cosa que estar de brazos cruzados mientras aguardaban la retirada de las aguas, su vecino Óscar Vega ya podía tirar de manguera y limpiar los accesos de su vivienda, situada unos metros más atrás. Antes él y su mujer, María del Mar, habían encendido la chimenea, la cocina de leña y un deshumidificador para ir secando el interior de la casa. A pesar de la desgracia, Óscar no perdía el buen humor. «¿Que hasta dónde nos ha llegado el agua? Hasta un punto medio entre la rodilla y el ombligo», explicaba. El bajo de la casa de Óscar y Mari Mar ya está preparado para resistir la invasión del agua: muebles hechos con madera de barco, extraíbles, y puertas de pvc. «Cuando reformamos la casa lo hicimos así. Es más caro, pero nos trae cuenta. Lo contrario sería tener que cambiar de muebles tras cada riada».
Una tubería, posible solución
Oscar y su mujer, como antes también lo habían comentado Fonso y Pedro o Miguel, entienden que la solución al problema es sencilla y no muy compleja. «Mi suegro siempre lo dice: no es ingeniero, pero sí viejo y ha visto muchas riadas», comenta Mari Mar, «y por ello sabe que el remedio para evitar estas inundaciones pasa por modificar el desemboque del arroyo». En resumen, sería dirigir la confluencia, en vez de hacia Potes, como está ahora, hacia Unquera a través de una tubería.
O lo que es lo mismo, como también explican y coinciden otros vecinos, se trataría de construir una canalización adecuada para que el arroyo desemboque 150 metros aguas abajo de donde lo hace ahora. Pero son Costas y la Confederación Hidrográfica los encargados de hallar y proponer la solución técnica oficial. Un informe del que aún está a la espera de conocer el Ayuntamiento.

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